LAS VÍAS ROMANAS

¿Cómo y por qué?

LAS CALZADAS:
Las calzadas romanas jugaron un papel fundamental en el éxito que obtuvo el Imperio Romano en los más de IV siglos de historia, ya que gracias a ellas consiguieron un territorio muy bien comunicado para movilizar de manera rápida y eficiente lo que fuera necesario en cada momento: tropas militares, impuestos, mercancías, materias primas, mano de obra, etc. Por lo tanto, su diseño y construcción era fruto de una gran planificación que solía estar acompañado de un estudio pormenorizado del terreno.

Es necesario recalcar que la gran mayoría de las vías interurbanas que formaban esa densa red de calzadas no estarían formados por caminos enlosados, sino que sería caminos de gravas y zahorras que requerían menos mantenimiento lo que las convertía en la alternativa más económica y eficiente. El desconocimiento de este factor, ha estado provocando la invisibilidad de este tipo de caminos y atribuyendo a otros caminos enlosados una cronología romana que no ere la correcta.

PARA MÁS INFORMACIÓN:
Jornadas sobre las calzadas romanas de la antigüedad
Actas de las Jornadas sobre las calzadas romanas en la Antigüedad celebradas en Auritz-Burguete (Navarra) en 2013 (disponible en pdf)

Traianvs
Web realizada por Isaac Moreno Gallo donde se recopilan numerosos estudios sobre calzadas romanas de la Península Ibérica.

Isaac Moreno Gallo

ACERCA DE LA CONSTRUCCIÓN

La técnica de construcción no difería en gran medida de los caminos de tierra o pistas actuales. En primer lugar se planificaba el trazado de la vía proyectando un recorrido que no superase pendientes máximas del 6%. Seguidamente, el trayecto era desbrozado y si fuera necesario se solía excavar el terreno hasta encontrar una base firme donde colocar piedras de gruesas que servirían de cimentación. Después, toda la superficie se solían rellenar con áridos y piedras de menor tamaño, impidiendo que quedaran huecos. Finalmente, se solía extender una última capa superficial o de rodadura que se formaba con arenas, gravillas y arcilla.

Isaac Moreno Gallo

Asimismo, la vía no solía ser del todo horizontal, ya que era ligeramente abombada en el centro para que el agua fuera dirigida hacia los laterales, con el objetivo de evitar encharcamientos que lo deterioraran. Igualmente, solían colocarse miliarios o señales que ofrecían información a los usuarios sobre las distancias de los próximos enclaves o de otro tipo. Por lo tanto, la imagen de unos caminos enlosados no es real y solo se realizaban en los núcleos urbanos porque, entre otros motivos, en aquella época los animales no usaban herraduras y los cascos no resistirían el esfuerzo.

Entre los textos clásicos greco-latinos también se cita valiosa información sobre la construcción de las vías, como se puede apreciar en la siguiente cita de Plutarco refiriéndose a Cayo Graco, político republicano que se preocupó de las calzadas.

«Puso su principal empeño en la construcción de caminos, compaginando la belleza y la utilidad. Porque los caminos se trazaban atravesando el terreno en línea recta, sin vueltas ni rodeos, y sus cimientos eran de piedra cortada, reforzada con capas de arena o guijo apisonadas. Las depresiones se rellenaban y se construían puentes sobre los torrentes y arroyos, ambos lados con misma altura, y éstos siempre paralelos, de manera que toda la obra presentaba un aspecto uniforme y bello.

Además de todo esto midió todo el camino y al final de cada milla –medida que viene a ser de ocho estadios más o menos- puso una columna de piedra que sirviera de señal a los viajeros. Colocó además otras piedras a ambos lados del camino, a poca distancia unas de otras, para que los que iban a caballo pudieran montar desde ellas sin necesitar ayuda». (Plutarco, 1979: 153).

Plutarco, 1979, Vidas paralelas, Cayo Graco, 7, Madrid, Ed. Iberia, tomo 4, p. 153 basada en la traducción del griego de A. Ranz Romanillos.